Los regalos de Avalon (2)

Nuestra siguiente parada era la Abadía. Al bajar de Wearyall Hill, nos adentramos en la pequeña zona comercial de Glastonbury buscando el camino más fácil de llegar al centro. Nos desorientamos un poco, pero ese breve deambular nos hizo toparnos con un maravilloso y enorme hermano árbol que pensamos era un anciano roble. Sus dimensiones eran inmensas, y allí estaba, justo al lado de un centro comercial, como si quisiera recordarnos que pese al desarrollo urbanístico de la ciudad, ellos, los árboles, siguen siendo sus más antiguos pobladores. Es más, Glastonbury esconde en las calles menos transitadas los más sorprendentes y bellos ejemplares de la naturaleza. Nuestra Jessie tiene a un oculto tejo como su árbol favorito de todo Glastonbury.

Una bonita luz de mediodía nos acompañó en el recorrido de la legendaria Abadía, el complejo cristiano más antiguo de Gran Bretaña, donde se dice que José de Arimatea fundó la primera iglesia cristiana y donde están enterrados el Rey Arturo y su amada Ginebra.

Nada más entrar en el complejo de 14,5 hectáreas, una pequeña capilla, la de San Patricio, nos invita a pasar. Es sencillo su altar, con una linda vidriera, pero lo que llama la atención es la pared opuesta, en la que aparece pintada una mujer de cabellos rojizos de la que parten seis lazos rojos con un dragón en cada uno de los extremos.

Me hizo reflexionar esta imagen, porque me gustaba mucho la mujer en sí, pero me provocaban malestar los pequeños dragones. Al leer la leyenda que la acompaña, entendí. Representa a la María Magdalena pecadora de la iglesia católica. Los dragones simbolizan seis de los pecados capitales, mientras que ella misma es el séptimo al portar el orgullo. Gracias al Cielo, esta representación de María Magdalena está siendo reemplazada por la verdadera, la de la mujer amada de Jesús que continuó con su misión sagrada de trasmitir el Camino del Amor, porque estamos en el tiempo en el que la verdad es desvelada.

Siguiendo el recorrido trazado, nos encontramos con la Santa Espina, un pequeño espino blanco, descendiente de aquel que trajo José de Arimatea, y que ya habíamos honrado en Wyrall Hill (así también se nombra a la colina).

En un amplio terreno de verde césped, las ruinas de la Abadía nos hacen sentir minúsculas ante lo que fueron sus desproporcionadas dimensiones. Fue la más rica de Inglaterra y, sin duda, la de mayor tamaño, de hecho figura en el mapa del mundo realizado por Mateo de París en 1250.

Se puede conocer cada dato en la visita guiada que hacen los monjes del monasterio de la Abadía, pero yo decidí dejarme llevar por mis sensaciones y apartarme de esta visión tan oficialmente católica. Entré sola en la Lady Chapel o Capilla de Nuestra Señora, en cuyos arcos aparecen esculpidas rosas abiertas, la flor de la Madre, de la diosa, la flor del amor.

En su interior, todo es sencillez, todo parece seguir una pauta minimalista. Hay bancos de madera que se ubican en soportales de piedra. La energía es limpia, suave y amorosa y, de nuevo, las lágrimas brillaron en mis ojos, al sentir la luz de lo Femenino Sagrado. Sabía que en algún lugar de esta mágica capilla estaban esculpidos los nombres más sagrados para mi corazón: Jeshua y María Magdalena. Los busqué dando vueltas por todos lados, pero no, no los hallé en el interior.

Salí en dirección a la tumba del rey Arturo, justo entre las dos monumentales paredes que se mantienen en pie como creando un portal. Una rosa roja reposaba debajo del cartel que explica que a allí se trasladaron, en 1278, los huesos que fueron encontrados en el lado sur de la Lady Chapel en el año 1191. No sé que pensaría un rey pagano como Arturo al saber que sus huesos se veneraron en un templo católico, lo que si es cierto es que la grandiosidad del lugar es propia de un rey como lo fue él.

Paseé admirada por los bellos parques, atravesando el huerto de manzanos y los huertos de plantas y hierbas de estilo medieval, hasta volver a la Lady Chapel, el lugar que más me hacía estremecer. Quería enseñársela a mi amiga-ángel, Andoliñe, y, justo cuando entrábamos por la puerta sur, los encontré.

Allí, grabados en la fachada sur estaban los nombres: Jesvs, Maria. Y volví a emocionarme hasta las lágrimas al colocar mis manos sobre las inscripciones. Los nombres de los amantes sagrados juntos, como debe ser, como fue, como será para toda la eternidad.

Dejamos la Abadía agradecidas por haberla disfrutado con sol y un bonito cielo azul, y con un sentimiento de alegría serena.

Cambiamos la orientación cristiana para adentrarnos en la esotérica al entrar en el Goddes Temple, uno de los lugares más simbólicos de Glastonbury, donde se adora y honra a la diosa del corazón. Es una bonita sala atendida por voluntarios, donde se reúnen todos y todas aquellas que buscan la bendición de las diosas. Un pequeño tippie cubierto de tela roja y con un altar en el que figura una dama de rojo representa el útero materno, allí donde todo es fuerza que da vida y donde todo se crea. Otro altar, esplendoroso y hermoso, refleja a la dama de Avalon.

En torno a ella, y con una maravillosa música de fondo, nos sentamos en silencio junto a otras mujeres. No recuerdo el tiempo que estuvimos allí, pero sí el estado de calma y serenidad que sentí durante nuestra estancia. Antes de abandonar el Templo de la Diosa, nos abrazamos todas y, de frente al altar, dimos gracias en un gesto de hermandad que me hizo emocionarme.

Volvimos a las calles. Queríamos visitar algunas de las múltiples tiendas, todas preciosas y repletas de imágenes, piedras, símbolos y joyas que nos encantaban. ¡Es tan peculiar el ambiente de Glastonbury! Como nos habían dicho, allí encuentras de todo, desde lo más mágico y luminoso a lo más mundano y gris.

Nos sentamos en un banco frente a la Iglesia de San Juan Bautista (lamentablemente cerrada a causa de unas obras de reforma, lo que nos impidió recorrer el laberinto que hay a su entrada, en el césped) y nos dejamos envolver por el ambiente alternativo de la ciudad, mientras picábamos un poco de comida.

Se hacía tarde y queríamos ir a White Spring antes de que cerrara (está abierto de 13 a 16,30 horas). La Fuente Blanca o de la doncella es uno de los lugares sagrados más especiales de Glastonbury. Situada en una calle lateral al Chalice Well, White Spring parece un edificio poco cuidado en su exterior, pero, una vez te adentras en la gruta, pierdes la conciencia de lo que queda fuera para sumergirte en un templo donde la diosa vuelve a reinar. Un intenso olor a incienso te da la bienvenida desde el pequeño altar que se encuentra en un borde de la circunferencia  de mayor tamaño de la fuente.

No se pueden hacer fotos en el interior de la Fuente Blanca, y es casi imposible trasmitir el ambiente sagrado que se respira allí. No hay un silencio absoluto, porque en una gruta pequeña se reúnen por momento muchas personas para, o bien meterse en la helada agua de los dos estanques principales, o bien meditar, cantar u orar en los rincones laterales donde se concentran las velitas.

Mi vela quedó ante la maravillosa imagen que muestra unas manos que te ofrecen una hermosa llamarada que yo sentí como la llama del corazón, justo al fondo de una especie de tienda.

Bañarse en el agua helada del manantial blanco es todo un rito de consagración, y sólo apto para valientes o personas con muchas calorías en el cuerpo. Yo  lo intenté, pero sólo alcancé a adentrarme hasta la altura de la pantorrilla y dar una única vuelta a la fuente. Mis valientes compañeras se bañaron, enteritas, así que quedaron purificadas, y totalmente consagradas a la diosa doncella, como antiguamente quedaban las sacerdotisas de Avalon.

Mientras nos secábamos, un hombre se situó en el centro del círculo mayor y entonó algunos mantras, proporcionando un ambiente aún más mágico a la cueva. No fue el único. Dos lindas mujeres llegaron también entonando canciones de alabanza. Todo parecía de otro mundo.

Mientras esperaba a que mis amigas terminaran de vestirse, entró en el manantial una mujer a la que ya había visto en varias ocasiones durante el día. Nos miramos y dijimos de forma simultánea: “Tú, otra vez”. Creo que fue un reconocimiento de almas, una conexión de energías. Intercambiamos varias palabras en inglés para darnos a conocer. Ella, holandesa, pero de nombre húngaro y origen germano. En Avalon, los encuentros son mágicos.

Llegaba el turno de Chalice Well. Queríamos disfrutar sin prisas del más amado pozo sagrado de Gran Bretaña. Desde abril hasta octubre abre de diez de la mañana a seis de la tarde. El Pozo del Cáliz constituye el chakra corazón de la Tierra, es un lugar de sanación, un lugar para aproximarse a lo divino, y cada una lo quiso sentir y honrar en soledad.

Cumplimos con el ritual de subir desde la piscina Vesica hasta el santuario donde está el pozo sagrado y volver a bajar, para después, con la conciencia abierta y presente en el lugar, comenzar de nuevo, desde el principio, el recorrido.

Justo después de la primera piscina donde el agua describe una figura de ocho y cae a través de siete recipientes, se hallan los dos impresionantes tejos que conducen a los senderos interiores.

Los rodeé haciendo un círculo para unificar sus energías, una polaridad y otra. Emoción de nuevo al abrazar estos hermosos árboles y unir mi mejilla a sus troncos.

Ascendiendo por el sendero desemboqué en el pozo del Rey Arturo. Su agua de color rojizo, rica en hierro, es sanadora, por lo que se ha utilizado para tratamientos como las terapias florales. Era una tentación sumergir los pies en el estanque, como hizo mi amiga Naiara, pero justo en ese momento empezó a llover.

Con la lluvia arreciando, el recorrido por el jardín tuvo que acelerarse. La siguiente parada fue en la fuente de la Cabeza del León, sólo para al menos beber un poco de su pura agua.

La idea era sentarnos a meditar en muchos de los rincones que Chalice Well ofrece, pero el agua lo impidió, así que seguimos hasta el más deseado de nuestros encuentros, el del santuario donde se ubica el Pozo del Cáliz, donde la tradición cuenta que José de Arimatea vertió un poco de la sangre de Jesús que portaba en la copa del grial.

Es el corazón del jardín, donde se absorbe la pacífica atmósfera del Chalice Well. La tapa que cubre el pozo contiene el símbolo conocido como Vesica Piscis, una forma de geometría sagrada que representa el perfecto equilibrio entre el cielo y la tierra, el espíritu y la materia. Con mucho respeto y conciencia pasé mis manos por los dos círculos que se entrelazan, atravesados por una espada que une un corazón con dos estrellas de seis puntas, el Cielo.

Tras ese momento de recogimiento, primero, y de dispersión después, por las fotos, llegaba la hora de dejar Chalice Well. Fue todo muy rápido, mucho menos intenso en lo emocional de lo que esperaba, pero fue bonito, y nos dejó una sensación muy dulce. Será el primer lugar donde expandirnos durante horas en la próxima visita.

Helena Felipe

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