La Francia del corazón crístico femenino – 1ªparte

El llamado de las tierras sureñas de Francia ha estado presente en mí de una forma muy profunda desde que hace ocho años comencé a sentir en mi vida la presencia amorosa de la maestra María Magdalena. En 2019, el Cielo me brindó la oportunidad de hacer un corto e intenso viaje de cuatro días a la Provence y Occitania guiando a un grupo, pero ha sido ahora, en el mes de mayo, cuando la energía de la Madre Divina resplandece en las flores, cuando he podido responder a esa llamada del alma en forma de verdadero peregrinaje y adentrarme en conciencia en el lugar de Europa que encarna el corazón crístico femenino.

Ha sido este un peregrinaje de duplas. Mi llama gemela y yo, y otra pareja de seres en misión, emprendimos este camino de integración de conciencia a través, también, de la relación vincular. Durante los siete días en los que transitamos las tierras galas, quisimos caminar de a dos, tal y como hicieron María Magdalena y Yeshua, y recoger así los códigos de amor incondicional que sembraron, como iguales en misión, durante su paso por el sur de Francia.

La Camarga y la luz de Saintes Maries de la Mer

Nos adentramos en Francia por la frontera catalana, en un recorrido inverso al que realizaron los cátaros en su exilio (su camino a través de la cadena montañosa de los Pirineos es llamado el Camino Els Bons Hommes). Tras cruzar la Junquera, la hermosa silueta de estas misteriosas montañas nos sorprendía a la izquierda. En poco más de una hora una señal nos advertía: “Está entrando en país cátaro”. A nuestra derecha, las primeras marismas nos indican que esta es una zona donde trabajar con el agua interna. Pero el viento también está muy presente. Azota fuerte y con rachas intensas. El elemental del viento nos recuerda que la labor a realizar requiere de mucha profundidad.

Caen los últimos rayos de sol cuando llegamos a la Camarga. La luz es de un bello naranja y la energía se siente suave. Justo antes de entrar en el pueblo donde nos alojamos, Saint Gilles (lugar de peregrinación desde la Edad Media), en el departamento del Gard, un audaz zorro cruza la carretera delante de nosotros. Primera señal de guía y protección para nuestro camino.

Aterdecer en La Camarga.
Atardecer en La Camarga.

Despierto a la mañana siguiente con deseos de transcribir todo lo que llevo recibiendo desde la noche y que hace alusión a la llegada a esta zona, hace más de dos mil años, de la comitiva nazarena encabezada por María Magdalena que huía de Galilea por la persecución romana:

“Todas somos, y en todas estamos siendo. Al llegar traes contigo los ecos de aquellos tiempos y nos recuerdas que, antes de hermanas, fuimos familia.

Cuando arribamos a este puerto, sentimos caer en un abismo de silencio muerto. Nacimos de nuevo. Y para ampliar los horizontes del que era ya, hacía mucho, nuestro Camino, sanamos con fervor el abismo y andamos a buscar dónde beber el agua suave y salvaje de los nuevos tiempos.

Con el paso de los días nos apaciguamos y vimos que todo aquí podía ser consagrado al amor. El que vino primero (Yeshua) nos dejó marcadas unas coordenadas a seguir: no mucho tiempo en cada lugar, sí mucho caminar, de a dos o de a más, nunca solos, creando y armando la nueva comunidad.

El viento que hoy sientes en tu rostro te ayuda a recordar que somos luz y aire, y esa es la forma de arrullar: primero con rayos y luego con sonido reparador. Con oleadas de elementos te aferras a la Tierra.

Y esa que sientes es la de la mujer arrolladora que la que trajo a este gran mar, a esta orilla del gran mar, la fe en que todos somos dignos, somos portadores de la paz universal.

Las hermanas de esta Comunidad”.

Saintes Maries de la Mer fue el puerto de llegada de la comunidad de hermanos y hermanas nazarenos-esenios, y no por casualidad. Ya en el siglo primero albergaba templos egipcios y de culto a la diosa, y varias familias esenias habían creado pequeñas aldeas en el interior.

Nos dirigimos con ansia hacia esta pequeña localidad de la Camarga francesa que, durante el mes de mayo, es un hervidero de gente. Cada 24 de mayo, lugareños y personas de raza gitana llegadas de toda Europa celebran a su patrona, Santa Sarah, pero semanas antes ya se van ocupando los aparcamientos y espacios libres con caravanas y auténticos carromatos gitanos sacados de otra época.

Avenida marítima en Saintes Maries de La Mer.
Carromatos gitanos.

Saintes Maries de la Mer es lugar de peregrinación para todos aquellos que seguimos las huellas de María Magdalena y transitamos el Camino del Amor, pero en ella, durante el mes de mayo, todo hace referencia a Sarah.

La imagen de una joven doncella de tez morena es venerada en la cripta de la Iglesia que lleva el nombre de las santas Marías, las Marías que llegaron a la zona de las marismas que rodean Marsella hace un poquito más de dos mil años: María Salomé, María Jacobea y María Magdalena. El templo, construido en los siglos IX, X y XII, está dedicado a las santas cuyas reliquias guarda, María Salomé y María Jacobea, las cuales quedaron en predicando y sanando en la zona, mientras el resto de la comunidad cristiana que salió de Palestina tras la crucifixión de Yeshua se repartió por otros lugares.

Iglesia de Saintes Maries.

Para encontrar a Sarah hay que bajar unas pequeñas escaleras situadas justo delante del altar que se eleva sobre el resto de la planta. Allí, en la cripta donde se reza a la patrona de los gitanos, la energía es más densa. Las ofrendas y las velas iluminan tenuemente a la doncella adornada con mantos que se superponen haciendo que solo una pequeña carita negra con corona sobresalga.

Me acerqué a abrazar a Sarah, a la Sarah que se adora como a la princesa de los gitanos, pero también a Sarah La Khali, la joven sabia, alquimista, sanadora y astróloga que viajó con María Magdalena desde Egipto en aquella sencilla barca que los trajo al exilio desde Galilea y Judea. Y abracé también a Sarah Tamar, la hija perfecta de María Magdalena y Yeshua. Porque esa figura de madera oscura las sincretiza a todas, y porque todas son una representación del Divino Femenino y es esa energía femenina la que rezuma el templo.

Cripta de Santa Sarah.
Frente a la entrada de la cripta.

Allí, sentada frente a la entrada de la cripta, es esto lo que recibo:

“En esta cripta no ves a esa niña pequeña (Sarah Tamar), pero sientes la energía femenina de la doncella, y tanto fervor es a su capacidad de sanación y de trasmitir esperanza. El amor a Sarah es el amor a la ilusión de un nuevo mundo. Ella es la simiente de la esperanza.

Salomé y María Jacobea”.

Son muchas las personas, mujeres especialmente, que oran ante Santa Sarah, pidiendo quedar embarazadas (el culto a las imágenes negras está asociado, desde tiempos remotos, con la fertilidad). Hay ofrendas y placas de agradecimiento por los favores concedidos en cada rincón de la cripta, y es esa frecuencia de sufrimiento la que se percibe claramente, pero, por encima, lo que prevalece es la luz de la esperanza que Sarah deja en cada corazón.

Hermosa doncella negra. Te honramos.

Pero en la iglesia de las Saintes Maries el protagonismo no es único de Sarah. María Magdalena, María Salomé y María Jacobea están muy presentes en todo el templo. Hay una representación de la barca en la que llegaron las santas patronas del pueblo, cuyas reliquias se guardan en una oquedad sobre el altar que preside todo el edificio. Sobre la barca, un enorme cuadro refleja a una imponente María Magdalena con su tarro de alabastro.

Hay mucho trasiego en la iglesia, así que para encontrar una energía más serena hay que subir las escaleras que llevan al sencillo altar donde una pila de cobre se sitúa delante de un pilar con símbolos gnósticos. Allí la frecuencia es totalmente diferente.

María Magdalena sobre la barca de Salomé y María Xacobea.
Altar superior.

Salir de la iglesia es adentrarse en el bullicio de las estrechas calles con tiendas, restaurantes y terrazas que hacen las delicias de los turistas. No hay que caminar mucho para alcanzar las pequeñas y bonitas playas, ahora desiertas por la fresca temperatura. Es el ambiente perfecto para realizar nuestro sencillo ritual cátaro de bendición de las aguas. Nos adentramos un poquito para sentir el frío en nuestro cuerpo e integrar vívidamente los códigos de inicio del nuevo mundo que portan.

El agradecimiento y la felicidad nos inundó a mi amada hermana mayor y a mí. El agua es el elemento femenino por excelencia, y su capacidad de dar vida es la que nos une a ella como mujeres conscientes. Todo es armonía tras sentir a la Madre Divina en este pueblo de las Marías.

«Madre Divina bendice estas aguas».

La fiesta y la aglomeración por la celebración de Santa Sarah no nos pilló en el pueblo por poquito. Ese mismo día nos acercamos a Aigues Mortes, la pintoresca ciudad amurallada en el flanco occidental del delta del Ródano, también ligada a la peregrinación hacia Santiago de Compostela, y donde, además de la huella de María Magdalena, se siente muy presente la energía de los templarios. Aigues Mortes fue el puerto desde que se embarcaron los cruzados en el siglo XIII, del que datan sus murallas. El laureado Luis IX, rey de Francia, hijo de Blanca de Castilla, fundó la ciudad, y recibió la cruz que él y sus caballeros llevarían a las cruzadas en el hermoso templo de la misma.

En la iglesia de Notre Dame des Sablons ya la luz te transporta a otro estado de conciencia. La flor de lis, emblema de la casa real francesa, y símbolo de la descendencia de María Magdalena y Yeshua que entroncaría con los francos para crear la dinastía merovingia, está por todas partes: junto a Juana de Arco (abanderada de Jesús y María (Magdalena), junto a las reliquias de Saint Louis…

Pero es la bonita energía femenina de esta iglesia templaria la que predomina al caminar entre sus paredes de piedra. Santa Anna, una figura de mujer embarazada y la misma Nuestra Dama de los Sables remarcan esa frecuencia en la adusta construcción. Fue un gran placer para los sentidos recorrer el edifico, cuyas modernas vidrieras, confeccionadas por un artista consciente con los colores de los siete rayos, te mantiene en elevación constante.

Iglesia de Aigues Mortes.
Notre Dame des Sablons.

El paseo por las calles de Aigues Mortes también es placentero. Los jardines florecidos en mayo proporcionan más encanto a sus calles que, como guinda, estaban decoradas con grandes mariposas de colores.