Matariki, las siete hermanas

Sólo recordaba ese nombre al despertar: «Matariki». Se repetía en mi mente como un mantra: «Matariki», «Matariki». No era una palabra desconocida para mí, lo cierto es que me resultaba familiar. Acudí al buscador universal para salir cuanto antes de la duda. Es el nombre que la tribu maorí da a la constelación de las Pléyades, las siete estrellas conocidas como las siete hermanas.

Claro, las Pléyades, pensé. Cómo no. Siento muy afín a la mía la energía pleyadiana. Estas siete hermanas que aparecen en nuestra bóveda celeste como las estrellas más cercanas a la Tierra han formado parte de la mitología de muchas civilizaciones. Los pobladores de la isla de Pascua también denominaban Matariki a las Pléyades, que para los pueblos maya, inca y azteca marcaban su calendario y su cultura. Los mapuches creían que la energía que proviene de las estrellas pleyadianas le otorgaba fuerza interior a la mujer. Es esa conexión con la divinidad femenina la que me une a las siete hermanas, ninfas del cortejo de la diosa griega Artemisa.

Matariki le susurró una voz a María Magdalena cuando llegó a Avalon y sus ojos vislumbraron la disposición de las islas que formaban el antiguo reino, en completa alineación con las siete estrellas hermanas, «de donde vino la madre que nos dio la vida». (El Código de la Diosa, de Illara Bettina Müsch).

Esa afirmación de María Magdalena me lleva a su origen estelar, que algunos situan en Sirio (Mary Magdalene The Way of the Rose, de Isthara Ammuna Rose), que comparte con la Pléyades el desarrollo de un importante papel en el Plan Divino de la Ascensión de la Humanidad. De la constelación de las siete hermanas proviene el ADN humano, de ahí las palabras de la maestra del Amor. En realidad, las Pléyades representan a nuestra madre galáctica. De allí llegaron las madres estelares que sembraron un ADN espiritual, con conciencia, en aquellos seres que ya pisaban la Madre Tierra desde hacía miles de años.

Al susurrame «Matariki», los seres de luz me recordaron mi origen estelar, el mismo que todos compartimos, el mismo que todos estamos llamados a recordar. Somos almas divinas en cuerpos físicos y procedemos de planetas ascendidos donde moraban seres de elevada conciencia que nos trasmitieron la enseñanza de las estrellas.

De las Pléyades y de otras galaxias involucradas en el devenir de la raza humana (Andrómeda, Sirio y Arcturus) recibimos en estos momentos de transformación mucha luz en forma de códigos divinos que, junto a los códigos originales que nos entregaron las madres pleyadianas, nos ayudan a recalibrarnos para formar la nueva humanidad.

Sí, Matariki, te recuerdo.

Bendiciones.

Helena Felipe


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