María Magdalena, más presente que nunca

Todo comenzó con Artemisa. Justo un día antes de que comenzara en España el confinamiento, la diosa de la naturaleza habló a través de ese maravilloso ser de luz llamado Mercé Carbonell para apuntarnos que la flexibilidad inherente a la energía femenina iba a sernos de gran ayuda para sortear la situación de crisis que teníamos en puertas. Artemisa nos instó a incrementar nuestra energía femenina para reconducir la experiencia traumática que íbamos a vivir, y nos llamó a ser flexibles, a adaptarnos a todo lo que estaba por venir. La adaptabilidad, otra cualidad femenina, cualidad del agua, que se adapta a cualquier terreno para seguir fluyendo. Y,  ¿hay algo que simbolice mejor lo femenino que el agua?

Diosa Artemisa, diosa de la naturaleza.

Después, en las primeras semanas del período más grave de la pandemia, una carta del oráculo de María Magdalena canalizado por Toni Carmin Salerno, Heart & Soul, nos alentaba a tomar las cosas más ligeramente y confiar y nos recordaba que somos bañados en el amor que surge del corazón de la Diosa.

Los templos de la Diosa siempre han estado en lugares de agua, porque el agua está viva y porque a través del líquido elemento las sacerdotisas de la Diosa han anclado en la Tierra frecuencias específicas para sanar, recordar y renacer. Es esa agua la que nos puede ayudar a encontrar el equilibrio en tiempos de transformación profunda. Ante las emociones que nos han abrumado, que aún nos remueven, equilibremos nuestra agua.

La gran dama del agua, María Magdalena, se ha hecho muy presente en estos meses. Ella porta la energía del Divino Femenino, es un canal de la Gran Madre, la parte femenina de la Fuente Suprema que se hace presente, ahora más que nunca, para salvar a la Humanidad.

María Magdalena.

Magdalena nos ha recordado que debemos utilizar la templaza propia de la esencia femenina para no perdernos en la confusión que genera el miedo y la preocupación. Y ha movilizado a muchas mujeres Magdalena para que hablásemos del camino que se aproxima: un camino de amor y compasión.

Es ahora cuando las enseñanzas de Jeshua y su compañera y amada vuelven a la superficie de la conciencia humana para iluminar la nueva Tierra. Este es el momento de la Iglesia del Amor, el momento de su pastora, María Magdalena, que, en estos momentos de cambio, nos acompaña con ternura y fortaleza. Ella es la promotora del cambio hacia esa conciencia elevada.

Como ella hiciera cuando estuvo encarnada al lado de Jeshua, las mujeres, durante estos meses, hemos acompañado, sostenido, cuidado y nutrido a todo aquel que lo necesitara. Hemos elevado la vibración para que la oscuridad no cubriera a la Madre Tierra justo en un tiempo en el que ella, Gaia, aumenta su frecuencia hasta un plano en el que los valores predominantes son el amor, la alegría, la unidad y la cooperación. Es todo tan sagrado, todo tan Femenino.

La mujer Magdalena es el puente entre el Cielo y la Tierra.

Cuando tantos y tantas estamos recibiendo el llamado del Divino Femenino Crístico, el llamado de las Marías, es porque estamos siendo llamados y llamadas a despertar al ser humano para que siga el proceso de ascensión. Nuestra misión es utilizar la palabra para trasmitir la sabiduría del Cielo y abrir conciencias aquí, en la Tierra. Las mujeres Magdalena somos el puente entre el Cielo y la Tierra.

El rayo de Luz Femenina es el rayo que sanará todo el planeta, es el rayo que nos guía hacia el nuevo sendero. Ser compasivo es el comienzo de este sendero y lo que se nos pide, lo que nos solicitan los seres de luz para recorrerlo, es amor: amor al otro, amor al masculino, amor a los procesos que atravesamos, incluso amor al dolor, y amor a la Tierra.

Para el día a día, nos piden que utilicemos nuestra intuición, que prestemos atención a lo que nos susurra el alma. El poder femenino de la intuición es más necesario que nunca. Abrámonos a ese poder, activemos nuestro tercer ojo para saber qué decisión tomar o cómo reaccionar ante el caos exterior y encontrar la guía en nuestro interior.

Bendiciones.

Helena Felipe

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