Ha sido este un peregrinaje de duplas. Mi llama gemela y yo, y otra pareja de seres en misión, emprendimos este camino de integración de conciencia a través, también, de la relación vincular. Durante los siete días en los que transitamos las tierras galas, quisimos caminar de a dos, tal y como hicieron María Magdalena y Yeshua, y recoger así los códigos de amor incondicional que sembraron, como iguales en misión, durante su paso por el sur de Francia.
La Camarga y la luz de Saintes Maries de la Mer
Nos adentramos en Francia por la frontera catalana, en un recorrido inverso al que realizaron los cátaros en su exilio (su camino a través de la cadena montañosa de los Pirineos es llamado el Camino Els Bons Hommes). Tras cruzar la Junquera, la hermosa silueta de estas misteriosas montañas nos sorprendía a la izquierda. En poco más de una hora una señal nos advertía: “Está entrando en país cátaro”. A nuestra derecha, las primeras marismas nos indican que esta es una zona donde trabajar con el agua interna. Pero el viento también está muy presente. Azota fuerte y con rachas intensas. El elemental del viento nos recuerda que la labor a realizar requiere de mucha profundidad.
Caen los últimos rayos de sol cuando llegamos a la Camarga. La luz es de un bello naranja y la energía se siente suave. Justo antes de entrar en el pueblo donde nos alojamos, Saint Gilles (lugar de peregrinación desde la Edad Media), en el departamento del Gard, un audaz zorro cruza la carretera delante de nosotros. Primera señal de guía y protección para nuestro camino.
Despierto a la mañana siguiente con deseos de transcribir todo lo que llevo recibiendo desde la noche y que hace alusión a la llegada a esta zona, hace más de dos mil años, de la comitiva nazarena encabezada por María Magdalena que huía de Galilea por la persecución romana:
“Todas somos, y en todas estamos siendo. Al llegar traes contigo los ecos de aquellos tiempos y nos recuerdas que, antes de hermanas, fuimos familia.
Cuando arribamos a este puerto, sentimos caer en un abismo de silencio muerto. Nacimos de nuevo. Y para ampliar los horizontes del que era ya, hacía mucho, nuestro Camino, sanamos con fervor el abismo y andamos a buscar dónde beber el agua suave y salvaje de los nuevos tiempos.
Con el paso de los días nos apaciguamos y vimos que todo aquí podía ser consagrado al amor. El que vino primero (Yeshua) nos dejó marcadas unas coordenadas a seguir: no mucho tiempo en cada lugar, sí mucho caminar, de a dos o de a más, nunca solos, creando y armando la nueva comunidad.
El viento que hoy sientes en tu rostro te ayuda a recordar que somos luz y aire, y esa es la forma de arrullar: primero con rayos y luego con sonido reparador. Con oleadas de elementos te aferras a la Tierra.
Y esa que sientes es la de la mujer arrolladora que la que trajo a este gran mar, a esta orilla del gran mar, la fe en que todos somos dignos, somos portadores de la paz universal.
Las hermanas de esta Comunidad”.
Saintes Maries de la Mer fue el puerto de llegada de la comunidad de hermanos y hermanas nazarenos-esenios, y no por casualidad. Ya en el siglo primero albergaba templos egipcios y de culto a la diosa, y varias familias esenias habían creado pequeñas aldeas en el interior.
Nos dirigimos con ansia hacia esta pequeña localidad de la Camarga francesa que, durante el mes de mayo, es un hervidero de gente. Cada 24 de mayo, lugareños y personas de raza gitana llegadas de toda Europa celebran a su patrona, Santa Sarah, pero semanas antes ya se van ocupando los aparcamientos y espacios libres con caravanas y auténticos carromatos gitanos sacados de otra época.
Saintes Maries de la Mer es lugar de peregrinación para todos aquellos que seguimos las huellas de María Magdalena y transitamos el Camino del Amor, pero en ella, durante el mes de mayo, todo hace referencia a Sarah.
La imagen de una joven doncella de tez morena es venerada en la cripta de la Iglesia que lleva el nombre de las santas Marías, las Marías que llegaron a la zona de las marismas que rodean Marsella hace un poquito más de dos mil años: María Salomé, María Jacobea y María Magdalena. El templo, construido en los siglos IX, X y XII, está dedicado a las santas cuyas reliquias guarda, María Salomé y María Jacobea, las cuales quedaron en predicando y sanando en la zona, mientras el resto de la comunidad cristiana que salió de Palestina tras la crucifixión de Yeshua se repartió por otros lugares.
Para encontrar a Sarah hay que bajar unas pequeñas escaleras situadas justo delante del altar que se eleva sobre el resto de la planta. Allí, en la cripta donde se reza a la patrona de los gitanos, la energía es más densa. Las ofrendas y las velas iluminan tenuemente a la doncella adornada con mantos que se superponen haciendo que solo una pequeña carita negra con corona sobresalga.
Me acerqué a abrazar a Sarah, a la Sarah que se adora como a la princesa de los gitanos, pero también a Sarah La Khali, la joven sabia, alquimista, sanadora y astróloga que viajó con María Magdalena desde Egipto en aquella sencilla barca que los trajo al exilio desde Galilea y Judea. Y abracé también a Sarah Tamar, la hija perfecta de María Magdalena y Yeshua. Porque esa figura de madera oscura las sincretiza a todas, y porque todas son una representación del Divino Femenino y es esa energía femenina la que rezuma el templo.
Allí, sentada frente a la entrada de la cripta, es esto lo que recibo:
“En esta cripta no ves a esa niña pequeña (Sarah Tamar), pero sientes la energía femenina de la doncella, y tanto fervor es a su capacidad de sanación y de trasmitir esperanza. El amor a Sarah es el amor a la ilusión de un nuevo mundo. Ella es la simiente de la esperanza.
Salomé y María Jacobea”.
Son muchas las personas, mujeres especialmente, que oran ante Santa Sarah, pidiendo quedar embarazadas (el culto a las imágenes negras está asociado, desde tiempos remotos, con la fertilidad). Hay ofrendas y placas de agradecimiento por los favores concedidos en cada rincón de la cripta, y es esa frecuencia de sufrimiento la que se percibe claramente, pero, por encima, lo que prevalece es la luz de la esperanza que Sarah deja en cada corazón.
Hermosa doncella negra. Te honramos.
Pero en la iglesia de las Saintes Maries el protagonismo no es único de Sarah. María Magdalena, María Salomé y María Jacobea están muy presentes en todo el templo. Hay una representación de la barca en la que llegaron las santas patronas del pueblo, cuyas reliquias se guardan en una oquedad sobre el altar que preside todo el edificio. Sobre la barca, un enorme cuadro refleja a una imponente María Magdalena con su tarro de alabastro.
Hay mucho trasiego en la iglesia, así que para encontrar una energía más serena hay que subir las escaleras que llevan al sencillo altar donde una pila de cobre se sitúa delante de un pilar con símbolos gnósticos. Allí la frecuencia es totalmente diferente.
Salir de la iglesia es adentrarse en el bullicio de las estrechas calles con tiendas, restaurantes y terrazas que hacen las delicias de los turistas. No hay que caminar mucho para alcanzar las pequeñas y bonitas playas, ahora desiertas por la fresca temperatura. Es el ambiente perfecto para realizar nuestro sencillo ritual cátaro de bendición de las aguas. Nos adentramos un poquito para sentir el frío en nuestro cuerpo e integrar vívidamente los códigos de inicio del nuevo mundo que portan.
El agradecimiento y la felicidad nos inundó a mi amada hermana mayor y a mí. El agua es el elemento femenino por excelencia, y su capacidad de dar vida es la que nos une a ella como mujeres conscientes. Todo es armonía tras sentir a la Madre Divina en este pueblo de las Marías.
La fiesta y la aglomeración por la celebración de Santa Sarah no nos pilló en el pueblo por poquito. Ese mismo día nos acercamos a Aigues Mortes, la pintoresca ciudad amurallada en el flanco occidental del delta del Ródano, también ligada a la peregrinación hacia Santiago de Compostela, y donde, además de la huella de María Magdalena, se siente muy presente la energía de los templarios. Aigues Mortes fue el puerto desde que se embarcaron los cruzados en el siglo XIII, del que datan sus murallas. El laureado Luis IX, rey de Francia, hijo de Blanca de Castilla, fundó la ciudad, y recibió la cruz que él y sus caballeros llevarían a las cruzadas en el hermoso templo de la misma.
En la iglesia de Notre Dame des Sablons ya la luz te transporta a otro estado de conciencia. La flor de lis, emblema de la casa real francesa, y símbolo de la descendencia de María Magdalena y Yeshua que entroncaría con los francos para crear la dinastía merovingia, está por todas partes: junto a Juana de Arco (abanderada de Jesús y María (Magdalena), junto a las reliquias de Saint Louis…
Pero es la bonita energía femenina de esta iglesia templaria la que predomina al caminar entre sus paredes de piedra. Santa Anna, una figura de mujer embarazada y la misma Nuestra Dama de los Sables remarcan esa frecuencia en la adusta construcción. Fue un gran placer para los sentidos recorrer el edifico, cuyas modernas vidrieras, confeccionadas por un artista consciente con los colores de los siete rayos, te mantiene en elevación constante.
El paseo por las calles de Aigues Mortes también es placentero. Los jardines florecidos en mayo proporcionan más encanto a sus calles que, como guinda, estaban decoradas con grandes mariposas de colores.
]]>Formó parte de la CUMBRE VIRTUAL SANACIÓN DE LA ENERGÍA FEMENINA que se organizó en Facebook los días 17, 18, 19 y 20 de agosto. La puedes ver en mi página de Facebook FEMENINO DIVINO.
https://www.facebook.com/648568638656770/posts/1850172705163018/
«Magdalena y Jeshua encarnaron hace más de 2.000 años como llamas gemelas. Compartían una misión sagrada: crear un camino de luz y amor para la ascensión de la humanidad.Cristo femenino y Cristo masculino, eran la representación de las energías que conforman la creación: la femenina y la masculina. Su unidad y equilibrio es la clave para ascender a la quinta dimensión.
Ahora, María Magdalena, como maestra ascendida, nos guía en este proceso de transformación instándonos a elevar lo femenino y amar y perdonar lo masculino para ir juntos de vuelta al hogar».
Bendiciones
Helena Felipe
Considerada el reflejo de la diosa Atenea, a la romana Minerva se la relaciona también con la prudencia, con las artes y con las técnicas de la guerra. Su nombre proviene del etrusco Menrva y, para este pueblo, el estrusco, era una diosa lunar cuyo nombre significaba “la que mide”. La adoptaron como una deidad llena de sabiduría.
Sus símbolos son la lechuza, la serpiente y la planta del olivo. Todos ellos aparecen tradicionalmente con las diosas que representan la sabiduría, Sofía, Atenea…La sabiduría, desde el comienzo de las civilizaciones, ha sido femenina, simbolizando el aspecto femenino en toda creación. Eso me lleva a otro porqué de su espontánea aparición: en primavera, la energía femenina divina está más presente y activa en nuestras vidas. Iniciamos el período del florecimiento, de apertura a la luz, de renacimiento tras la oscuridad del invierno, y todo lo que representa este período está relacionado con el rostro femenino de la Fuente Suprema. No sólo Minerva, todas las diosas centellean en el cosmos con más esplendor, y nos envuelven en sus dulces, luminosos y amorosos rayos.
La imagen que refleja a Minerva con un centauro es obra de Sandro Botticelli, ese pintor angélico del Renacimiento tan cercano a los Médici. De hecho, este hermoso cuadro acompañaba a la “Primavera”, su más célebre obra, en una sala del palacio de Lorenzo de Médici. Todas las que conocemos la trilogía de Kathleen McGowan sabemos de la relación de los Médici con el linaje y las enseñanzas de María Magdalena, así que aquí tenía otra explicación al resurgir de Minerva en mi momento de recogimiento espiritual. Botticelli muestra a una deidad femenina deteniendo a un guerrero. Ella, vestida con un traje semitransparente adornado con los tres anillos que forman el escudo de los Médici y portando una alabarda y varias ramas de olivo (símbolo de la paz), representa el triunfo de la castidad sobre el vicio, el triunfo de la pureza y la sabiduría sobre la corrupción y la guerra. A este buen auspicio nos llama el Cielo a agarrarnos: en este momento de nuestra existencia como Humanidad tengamos fe en que vencerá la sabiduría.
Bendiciones.
Helena Felipe
]]>Después, en las primeras semanas del período más grave de la pandemia, una carta del oráculo de María Magdalena canalizado por Toni Carmin Salerno, Heart & Soul, nos alentaba a tomar las cosas más ligeramente y confiar y nos recordaba que somos bañados en el amor que surge del corazón de la Diosa.
Los templos de la Diosa siempre han estado en lugares de agua, porque el agua está viva y porque a través del líquido elemento las sacerdotisas de la Diosa han anclado en la Tierra frecuencias específicas para sanar, recordar y renacer. Es esa agua la que nos puede ayudar a encontrar el equilibrio en tiempos de transformación profunda. Ante las emociones que nos han abrumado, que aún nos remueven, equilibremos nuestra agua.
La gran dama del agua, María Magdalena, se ha hecho muy presente en estos meses. Ella porta la energía del Divino Femenino, es un canal de la Gran Madre, la parte femenina de la Fuente Suprema que se hace presente, ahora más que nunca, para salvar a la Humanidad.
Magdalena nos ha recordado que debemos utilizar la templaza propia de la esencia femenina para no perdernos en la confusión que genera el miedo y la preocupación. Y ha movilizado a muchas mujeres Magdalena para que hablásemos del camino que se aproxima: un camino de amor y compasión.
Es ahora cuando las enseñanzas de Jeshua y su compañera y amada vuelven a la superficie de la conciencia humana para iluminar la nueva Tierra. Este es el momento de la Iglesia del Amor, el momento de su pastora, María Magdalena, que, en estos momentos de cambio, nos acompaña con ternura y fortaleza. Ella es la promotora del cambio hacia esa conciencia elevada.
Como ella hiciera cuando estuvo encarnada al lado de Jeshua, las mujeres, durante estos meses, hemos acompañado, sostenido, cuidado y nutrido a todo aquel que lo necesitara. Hemos elevado la vibración para que la oscuridad no cubriera a la Madre Tierra justo en un tiempo en el que ella, Gaia, aumenta su frecuencia hasta un plano en el que los valores predominantes son el amor, la alegría, la unidad y la cooperación. Es todo tan sagrado, todo tan Femenino.
Cuando tantos y tantas estamos recibiendo el llamado del Divino Femenino Crístico, el llamado de las Marías, es porque estamos siendo llamados y llamadas a despertar al ser humano para que siga el proceso de ascensión. Nuestra misión es utilizar la palabra para trasmitir la sabiduría del Cielo y abrir conciencias aquí, en la Tierra. Las mujeres Magdalena somos el puente entre el Cielo y la Tierra.
El rayo de Luz Femenina es el rayo que sanará todo el planeta, es el rayo que nos guía hacia el nuevo sendero. Ser compasivo es el comienzo de este sendero y lo que se nos pide, lo que nos solicitan los seres de luz para recorrerlo, es amor: amor al otro, amor al masculino, amor a los procesos que atravesamos, incluso amor al dolor, y amor a la Tierra.
Para el día a día, nos piden que utilicemos nuestra intuición, que prestemos atención a lo que nos susurra el alma. El poder femenino de la intuición es más necesario que nunca. Abrámonos a ese poder, activemos nuestro tercer ojo para saber qué decisión tomar o cómo reaccionar ante el caos exterior y encontrar la guía en nuestro interior.
Bendiciones.
Helena Felipe
]]>Sabíamos de los dones y valores de cada una, y los honrábamos. No recuerdo sentir envidia, ni nada parecido a los celos cuando una de nosotras exponía su magia, ya fuera dar a conocer un nuevo remedio medicinal o ungüento milagroso, recitar un nuevo poema, cantar una maravillosa alabanza, o; simplemente, contar una buena nueva. No recuerdo caer en el desánimo si no era yo la que ascendía en la orden, o la que accedía a la sala de los honores para participar en los cultos más antiguos y secretos. No, todo era alegría por la elegida. Nada de rencores y sentimientos de baja vibración. Entre nosotras, no existían esas competencias tan propias de otros círculos.
Hoy, no tengo que remontarme mucho tiempo atrás para rememorar las tristezas provocadas por los celos, las envidias, las deslealtades y la incomprensión de mis congéneres femeninas. Muchas han caído en la trampa del sistema patriarcal que aleja a las mujeres de los valores intrínsecos a lo Femenino. Apoyarnos, sostenernos, nutrirnos, sanarnos y valorarnos desde el corazón es propio de la energía femenina. La ambición, el anhelo de poder-dominación y el deseo de destacar nos han llegado desde la energía masculina caída en el dominio del ego. Sometidas desde miles de años a un círculo patriarcal vicioso, hemos adoptado las mismas armas para sobrevivir.
Siempre le digo a mis amigas, ante sus quejas por la crueldad que muestran sus colegas, compañeras de trabajo, “amigas” o familiares; que esa forma de actuar no es propia de la energía femenina. Y no es que lo Femenino no se desvíe nunca, pero su caída de conciencia a lo que lleva es al victimismo, al chantaje emocional o a la sumisión. Pero no, las críticas despiadadas, las miradas frías de superioridad, los desplantes y humillaciones ante los demás, la indiferencia ante una buena noticia o el alejamiento repentino después de un logro no pertenecen a la esencia femenina. Todo ello no tiene origen en el corazón, y es ahí, en nuestro corazón, donde radica lo más elevado del principio Femenino, y también del principio Masculino. Pero, es la Diosa la que nos guía desde el corazón para inspirarnos a amar a nuestras hermanas. De momento, las que dejamos que su luz nos indique el camino, nos reunimos en círculo, vamos de la mano y celebramos nuestras alegrías, pero todas, todas, formamos parte de la misma Hermandad, aunque algunas no lo recuerden.
Helena Felipe
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