Cuando los disc\u00edpulos de Jeshua le o\u00edan hablar del Reino de los cielos y de su pr\u00f3xima venida, pensaban que se materializar\u00eda en un mundo mucho mejor, en una tierra, Galilea y Judea, libre de la ocupaci\u00f3n romana, libre de opresi\u00f3n y violencia y abundante en todo tipo de riquezas. Su conciencia no era capaz de integrar el mensaje espiritual del maestro, por eso, tras su desaparici\u00f3n, cayeron en la desesperanza al no ver plasmado en su realidad diaria ese Reino de paz, amor y benevolencia del que Jeshua tanto les hab\u00eda hablado.<\/p>\n\n\n\n

Fue Mar\u00eda Magdalena, la que, tras la resurrecci\u00f3n, se acerc\u00f3 a los ap\u00f3stoles para explicarles que ese reino deb\u00edan buscarlo en su interior, y que, una vez hallasen la paz en su coraz\u00f3n, ellos mismos podr\u00edan cristalizarlo en su vida. Ella les quiso hacer entender que solo con la luz de su interior exteriorizada en forma de amor y compasi\u00f3n, y no con una revoluci\u00f3n basada en el conflicto, la sociedad que les rodeaba podr\u00eda convertirse en el Reino proclamado por el raboni.<\/p>\n\n\n\n