Nuestro último día de peregrinaje se presentaba como uno de los más mágicos. Era domingo e intuimos que podría haber mucha gente en el pueblo más misterioso de toda Francia. Rennes Le Chateau. Todas las leyendas que rodean a esta pequeña localidad que se sitúa en lo alto de una colina están relacionadas con el supuesto tesoro que su párroco, Berenger Saunier, encontró en un pilar de la iglesia mientras la reformaba en 1891. Lo que contenían los pergaminos encontrados en ese pilar forma parte también de la leyenda, pero aquellos que seguimos las pistas de los cátaros y de María Magdalena sabemos que tiene relación con su linaje, la descendencia de Yeshua y su amada.
Rennes Le Chateau es objeto de visita de grupos espirituales desde hace muchos años. Esta era mi segunda vez en el pueblo donde se para el tiempo y quería disfrutarlo sin tener que mirar el reloj. A través de su pintoresca calle central, donde la flor de lis aparece en cada pared junto a las cruces y símbolos cátaros, nos encaminamos a su iglesia.
Llamar iglesia a este reciento repleto de curiosidades y contradictorias imágenes parece extraño. Allí los ritos que tienen lugar son totalmente paganos, y son los que llevamos a cabo quienes seguimos una espiritualidad que nada tiene que ver con el catolicismo. Buscamos a la maestra María Magdalena en la iglesia de Rennes Le Chatau, y allí, lo que encontramos es un secreto muy protegido, tan protegido que no puede acercarse a él quien no tenga un corazón puro. Incluso la oscuridad del templo indica protección, como el diablo Asmodeo que recibe en la puerta de la iglesia que Sauniére dedicara a María Magdalena.
Al entrar en el templo, nos sorprendió la escasez de luz. El altar estaba totalmente en penumbras. Frente a él, donde destacan las imágenes de unos supuestos María y José cada uno con un infante en brazos, y después de ofrendarle una hermosa rosa rosa a María Magdalena, la llama gemela de Yeshua nos dijo:
“Alabados sean los que vienen a mí a buscar la paz de su corazón y la verdad de su vida.
No te sientes pequeña ante mí, ni en este templo. Todo lo sagrado se puede tocar. Más no se traspasa esta barrera si no se acude a la verdad desde la sintiencia pura del amor. Y cuando sientas que tienes que buscarme, sólo mira tu corazón. Allí tienes la verdad que buscas”.
Todo lo que construyó el extraño sacerdote en Rennes Le Chateau con el dinero recaudado por mantener en secreto el contenido de los documentos, hallados en el pilar visigodo de la iglesia, hace referencia a Magdalena. Villa de Betania fue el hogar que compartió con su ama de llaves y compañera de vida, y la Torre de Magdala, la biblioteca que levantó a similitud de la que se halla en el pueblo de Magdala.
Después de recorrer el museo Sauniére y sus hermosos jardines repletos de rosales y deslumbrarnos con las vistas desde la Torre Magdala (una panorámica de casi 360 grados sobre los valles y montañas, incluido el enigmático Bugarach), decidimos volver a la iglesia para contemplar la extraña secuencia de santos que forman con sus iniciales el término GRAAL.
Fue un entrar y salir, porque la iglesia estaba ocupada por un grupo de mujeres que cantaban y tocaban un enorme cuenco en forma de grial, y sentimos que no teníamos que estar allí. Justo en ese momento fuimos testigos de un acontecimiento que nos daría la confirmación de lo que habíamos percibido al llegar: alta protección de lo que hay dentro.
Salimos del misterioso Rennes Le Chatau con la sensación de haber sido testigos de algo muy grande. Nuestro destino, y etapa final del peregrinaje, era el sagrado Montsegur.
Almorzamos en una bonita zona de descanso con la vista del castillo de Montsegur sobre nuestras cabezas. Su impresionante silueta quita el aliento. La peña aislada donde se ubica es uno de los grandes lugares espirituales de la tierra, conocido por el sacrificio de los 220 cátaros que se entregaron a las llamas en marzo de 1244 por no renegar de su fe, después de 10 meses de asedio por parte de las tropas del rey Luis IX, bajo el papado de Gregorio IX ( la cruzada contra los cátaros fue convocada por el papa Inocencio III en 1209).
A pesar de este sacrificio, la energía que envuelve Montsegur no es densa ni de sufrimiento. Al menos, no lo es en toda la montaña, sino en puntos específicos. A la izquierda de la entrada al camino que sube al castillo se encuentra la estela eregida para conservar su memoria. La dejamos atrás para ascender con emoción la montaña.
No es un camino sencillo. Por tramos se hace difícil la pisada, a pesar de que se han colocado tableros a modo de escalones. Aún así, nos resultó fácil subir. Mientras poníamos un pie delante del otro invocamos el descenso de la luz divina sobre nosotros y reafirmarnos nuestro deseo de dejar nuestro ego atrás para entregarnos, total e incondicionalmente, al propósito de nuestra alma. Como los cátaros, hicimos voto de convertirnos en vehículos de luz.
Ya estaba avanzada la tarde cuando penetramos en el castillo, cuya construcción fue ordenada por los predicadores cátaros, de forma pentagonal y que era, para la comunidad, un templo iniciático y de meditación. Tuvimos la suerte de no cruzarnos apenas con nadie y poder movernos a nuestras anchas por el interior de la construcción y por el área donde se ubicaba el castro donde vivían los cátaros.
Yo recordaba el lugar exacto donde, la primera vez que lo visité, sentí la mayor sensación de paz. Hasta allí me dirigí para estar unos minutos en meditación. Y esto llegó:
“El camino bueno es el camino tras perdonar. Y el perdonar transforma cualquier clase de maldad. Aún la desconocida se puede, orando, transformar.
Vive cada día en la pureza de corazón de esta Hermandad. Vivimos y amamos y aquí eso vibra aún. El sacrificio sólo fue una experiencia más. No somos eternos sólo por amar, somos eternos al avanzar en Unidad.
Vive cada día en Hermandad.
Cátaros y hermanos te saludan. Ve en paz”.
Cuánta sabiduría en ese pueblo de seres de conciencia elevada. Nos maravillamos al recorrer el perímetro del castillo y notar los vórtices de energía en lugares muy precisos. No es de extrañar si tenemos en cuenta que las paredes y aberturas fueron realizadas siguiendo una serie de alineaciones con los signos del zodiaco y las constelaciones.
Bajamos con la luz del atardecer. La tarde estaba nublada y fría, pero no quisimos despedirnos sin hacer nuestro agradecimiento a las almas cátaras en la estela conmemorativa. Su entrega formó parte de la trasmisión de la consciencia crística a la Humanidad. Sus enseñanzas, las enseñanzas que les legó María Magdalena, a la que veneraban como el cristo femenino, quedaron plasmadas en la memoria colectiva.
Nos quedaba aún energía para un paseo por el pueblo de Montsegur. Su museo ya estaba cerrado, pero no queríamos dejar de ver las casitas de este antiguo cantón, con su típico aspecto arquitectónico. Entre las estrechas calles, únicamente se oía el correr del agua en los tres lavaderos que encontramos. Todo invitaba al recogimiento.
Salimos de Montsegur prometiendo volver, porque allí todo nos recordaba a una vida pasada, y esas memorias pulsan por salir cuando pones intención y luz.
Aún nos quedaba una última noche en nuestra aldea. La mañana de nuestra partida amaneció envuelta en niebla, la misma niebla que protege siempre a los lugares sagrados, y con una buena lluvia, así que no pudimos mirar hacia atrás para despedirnos de Rennes Le Chateau, majestuoso allí en su colina, pero nos despedimos con una sonrisa, porque sabemos que “todo es perfecto”.
Este peregrinaje al corazón crístico femenino ha sido un viaje al pasado en presencia y un trabajo energético bello y poderoso. Cada día fue un sumar de símbolos, códigos, mensajes y recuerdos. Tanta magia nos hizo reírnos un día a carcajadas a mi sabia hermana mayor y a mí.
Ya en casa, y con el paso de los días, aún siento que parte de mi alma sigue allí, así que he aprovechado para escribirlo todo antes de volver a poner toda mi energía en el día a día. Sólo puedo decir que el agradecimiento por lo vivido es inmenso y que el Sagrado Femenino ha encarnado en mí de una forma que no podré alcanzar a explicar ni con palabras ni con gestos.
Bendiciones.
Helena Felipe.
]]>María Magdalena se acerca a los puros de corazón para elevar su conciencia.
Este es el tiempo para conocer la VERDAD sobre la amada, esposa y compañera de Jesús, y es el tiempo para que hable la maestra, el avatar femenino, la encarnación de la Diosa.
Magdalena y Jesús iniciaron juntos un Camino de Amor para que todos los seres humanos volviéramos a la esencia, al hogar, a la Fuente Suprema. Ambos, Femenino Sagrado y Masculino Sagrado, representan la Unidad hacia la que debe dirigirse la humanidad para continuar su ascensión. Este es el mensaje que subyace en sus enseñanzas.
Si deseas acercarte a Magdalena y despertar a su sabiduría, te espero con el corazón abierto el 27 de abril en RINCÓN DE SANACIÓN, donde impartiremos los talleres MAGDALENA Y JESÚS: AMOR SAGRADO y MAGDALENA TE LLAMA.
En el taller MAGDALENA Y JESÚS: AMOR SAGRADO:
Las enseñanzas de Jesús versaban sobre la igualdad (entre sus seguidores nazarenos se contaba a mujeres que podían impartir los ministerios igual que los hombres), el perdón, la misericordia y la unidad. Estas mismas enseñanzas conformaron el pilar de la corriente que su amada, María Magdalena, expandió por el sur de Francia y de Britania tras la pérdida de su compañero y maestro. Yeshua (Jesús) le encargó esa tarea, continuar la misión, y trasmitir y hacer conocer el Camino del Amor a todos los seres humanos.
A pesar de que la vida de Magdalena, el avatar femenino, fue denigrada y olvidada, la semilla del Camino que creó junto a Yeshua quedó firmemente plantada y, hoy, en plena era de Acuario, es momento de recoger los frutos. Estamos asistiendo a un profundo movimiento de transformación que incluye el reconocimiento y puesta en valor de lo Femenino, con el fin de que, de nuevo, los senderos de lo Femenino Divino y lo Masculino Divino se fusionen, y equilibren y armonicen la vida en la Tierra.
Ya no más separación, no más hablar de Masculino por un lado y Femenino por otro. Este es el tiempo de la unidad, esa unidad que refleja nuestro origen divino y que nos conduce de vuelta a casa, al hogar, a Madre-Padre Dios.
Helena Felipe
]]>Hay muchas formas de contar la leyenda del Minotauro, pero pocas son las que hacen hincapié en su moraleja o mensaje. Y menos las que destacan la figura femenina de la historia. Ariadna, la princesa cretense “pura de espíritu y corazón”, al ver a Teseo por primera vez sintió que podía ser el héroe que derrotara al terrible monstruo-dios con forma de toro que amenazaba Creta. Se enamoró perdidamente del joven príncipe ateniense, y le prometió ayuda para vencer a la oscuridad. No solo fabricó una madeja de hilo dorado que ayudaría a su amado a escapar del laberinto, sino que le protegió “con la coraza del poder de su amor”. Sí, Teseo venció al Minotauro y encontró la salida del laberinto, pero, finalmente, abandonó a Ariadna a la voluntad del dios Dionisos.
Ariadna quedó desolada, pero como discípula de la diosa Afrodita, encarnación del amor, llegó a comprender que si Teseo realmente hubiese sentido en su corazón que ella era su única amada habría luchado por ella contra Dionisos. La joven supo que debía dejarlo marchar y afrontó que “el amor que no es correspondido en igual medida no es amor”. Amó y perdonó a Teseo y este, tiempo después, construyó en su honor otro laberinto en el interior de un edificio que llamó “Templo del Amor” y consagró a Ariadna, la Señora del Laberinto.
También la leyenda del rey Salomón y la reina de Saba se teje en torno a un laberinto, una construcción de diseño sagrado que, siglos más tarde, quedó plasmada para la eternidad en el interior de la catedral gótica más importante del mundo, la catedral de Chartres. Su laberinto cuenta con once senderos de entrada y salida y, cual el de Salomón, posee un círculo central. Recorrerlo no es un mero acto de distracción. Aquel que se adentra en él se aventura al despertar de su conciencia, a descubrir su verdadero yo. Porque siguiendo las instrucciones divinas, el sabio rey del monte Sión había construido el tabernáculo para que los hombres y mujeres accedieran a Dios. Cuentan que en el círculo central, todo el que ha despertado encuentra a Dios. ¡Y que es Dios sino el amor perfecto!
En cada uno de nuestros laberintos individuales, todos hallamos senderos de entrada y de salida, y todos podemos llegar al centro si nos lo proponemos. Mi inmensa fortuna es tener las puertas abiertas.
Helena Felipe
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